En los últimos 10 años el panorama de la epidemia de VIH/SIDA ha mejorado de manera importante en la mayoría de los países, especialmente en el África subsahariana.
En el mensaje del Día Mundial del SIDA, el director ejecutivo de ONUSIDA, Michel Sidibé, afirma que “Hemos pasado de la desesperanza a la esperanza. Las nuevas infecciones se han reducido en más de un 50% en 25 países”. Sin embargo, aún queda trabajo a 1.000 días de que se cumpla el plazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El VIH/SIDA es un asunto de derechos humanos: la falta de acceso a métodos de prevención, información y materiales apropiados; tratamiento y cuidados, que conduce a la vulnerabilidad al VIH; está vinculada a violaciones de los derechos humanos tales como la pobreza, la desigualdad, el racismo y el sexismo.
En la declaración ante la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGASS) sobre el VIH/SIDA en el 2001, Stephanie Urdang, asesora en género y sida del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), señalaba ya entonces que la epidemia tiene que ver menos con epidemiología y más con factores sociales.
Algunas de las causas que incrementan la vulnerabilidad de mujeres y hombres al VIH incluyen ciertas prácticas culturales; un acceso inadecuado a la riqueza y los recursos y control sobre estos, especialmente la atención de la salud, la educación y la seguridad social; prácticas y creencias religiosas; mala gobernanza; migración; conflicto; violencia; urbanización, así como estigma y discriminación de grupos marginados.
La relación entre el VIH y la pobreza es compleja. Quienes viven en la pobreza tienen mayores probabilidades de enfermar y por lo general fallecen más rápidamente debido a la desnutrición y la falta de acceso a cuidados de salud apropiados. Podemos hablar de factores económicos, en los que se incluyen marcos y políticas macroeconómicas.
Así por ejemplo, algunas políticas fiscales obligan a los gobiernos a tomar medidas que a menudo desfavorecen a la gente pobre y marginada, en particular a las mujeres pobres, las mujeres rurales y grupos marginados, como personas consumidoras de drogas intravenosas.
Pobreza y VIH están también íntimamente ligados con cuestiones de género. Las mujeres actualmente son el 25% de todos los nuevos diagnósticos de VIH/SIDA. Determinantes sociales y económicos generan dependencias y vulnerabilidades en las mujeres, debido a la escasa educación, salarios bajos y desiguales, oportunidades limitadas de trabajo, estatus de inmigración y patrones migratorios, barreras lingüísticas, seguro de salud inadecuado, y poco acceso al cuidado de salud.
Un claro ejemplo, se da en el caso de la transmisión del VIH/SIDA madre-bebé, puesto que el acceso a medicamentos relativamente baratos que pueden reducir la transmisión del virus al bebé es inalcanzable para la mayoría de mujeres en los países empobrecidos.
Los impactos sociales afectan no solo a personas adultas sino también a niñas y niños. Retirar de la escuela, especialmente a las niñas, para que cuiden de personas enfermas y ayuden en las tareas domésticas es un práctica frecuente. En Swazilandia, por ejemplo, la inscripción escolar se había reducido un 36% debido al VIH/SIDA y las niñas son las principales afectadas, lo que tiene impacto directo en su educación y su futuro.
La desigualdad entre hombres y mujeres, un deficiente acceso a la educación e información, la reproducción de valores, creencias y tabúes, alimentación insuficiente, entre otros, son los principales causantes de la transmisión de la enfermedad, estigmatización y reducción de la esperanza de vida de las personas infectadas.
Disminuir la transmisión del VIH y las enfermedades de transmisión sexual a través de estrategias de prevención efectivas en el contexto de los determinantes sociales de salud es imprescindible si se quieren conseguir resultados efectivos.
Fuente: Prosalus