El Cambio Climático es el desafío más grande al que se ha enfrentado nunca la humanidad. Un drama gravísimo que es profundamente injusto. Son los países ricos los que abrumadoramente contribuyen a la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero son las naciones más pobres y menos desarrolladas las que son golpeadas por el impacto del Cambio Climático.

Nuestra sociedad es irresponsable, ha legado a la siguiente generación un mundo que tiene que hacer frente a una amenaza, real y encaminada a la extinción: El Cambio Climático. La gente pobre de los países del sur son los más vulnerable a los efectos del cambio del clima. Pero las naciones desarrolladas tienen dinero o los recursos para reconstruir sus hogares y su sustento. La razón por la que reclamamos una “Justicia Climática” es porque los culpables deben sentirse responsables.

Vamos a luchar por la justicia climática, hasta que llegue nuestra voz… sería cobarde e irresponsable no hacerlo. Pero hará falta algo más para que todo cambie, hará falta que dejemos de silenciar nuestra voz global, hará falta que oleadas de cientos de millones de inmigrantes climáticos se agolpen en nuestras calles del bienestar, hará falta, y ojalá no ocurra, que el mapa del mundo se siembre de guerras y terrorismo causados por una injusta distribución de los problemas, la escasez del agua o tierra fértil que cultivar para no morir de hambre.

Ser un dirigente político no es vivir por encima de los demás, no es sonreír en las fotos del G20 o echar ácido por la boca hablando de los rivales a tu partido. Ser un dirigente es facilitar un entorno para el desarrollo de las capacidades de los ciudadanos y trabajar por un mundo más justo y equitativo.