“Los traficantes nos prometieron en Bossaso (Somalia) que nos llevarían a Yemen en pequeños grupos con nuevos barcos rápidos, y con el agua y los alimentos apropiados. Sin embargo, el barco era uno de los antiguos. Nos apuntaron con sus armas y nos forzaron a subir. Éramos 120 personas; estaba abarrotado; la travesía duró dos días. No nos dieron comida ni agua; algunos viajábamos en la bodega; varios murieron por asfixia, otros fueron lanzados por la borda, entre ellos dos niños. Para intimidarnos, nos golpeaban con cinturones. Uno de los traficantes  nos roció con combustible y  nos enseñó un mechero”, explica un refugiado de 23 años de Mogadiscio, Somalia".

El tránsito de cayucos no es exclusivo de España y se extiende por toda la geografía del hambre y al injusticia. Cada día centenas de personas cruzan el Golfo de Adén, "sin otra opción más que huir de la violencia, las enfermedades y las crisis nutricionales en Etiopía y Somalia, incluso si saben previamente que haciendo el viaje ponen sus vidas en riesgo", según relata desde Yemen mi amigo Alfonso Verdú de Médicos sin Fronteras.

Otra crisis silenciosa y olvidada…