Es probable que este año, el día 16 de octubre, Día Mundial de la alimentación, no se nos pase por alto que el número de personas que pasan hambre está aumentando de forma dramática. Asistimos a una especie de revolución alimentaria en la que, con distintas repercusiones, tanto los países ricos como los empobrecidos, sufren las consecuencias de la subida de los precios de los alimentos.
Según la FAO dichos precios subieron un 52% entre 2007 y 2008. ¿Está en peligro la seguridad alimentaria mundial? Precisamente, el lema del Día Mundial de la alimentación de este año es: “La seguridad alimentaria mundial: los desafíos del cambio climático y la bioenergía”. Según la FAO,
“hay seguridad alimentaria cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso material, social y económico a suficientes alimentos sanos y nutritivos para satisfacer sus necesidades y sus preferencias alimentarias, a fin de llevar una vida activa y saludable”.
Hoy la seguridad alimentaria está amenazada desde diversos frentes, tales como el aumento de la demanda mundial de alimentos, el cambio climático, la competencia por la tierra para producir biocombustibles, las importantes transformaciones que se están produciendo a la economía mundial relativas a la crisis financiera, el precio de las materias primas y del petróleo, así como el papel protagonista que van teniendo los países emergentes (Brasil, China e India).
El cambio climático, según la FAO, afectará a las tierras de cultivo, al ganado, la pesca, la productividad de los bosques. La biodiversidad y los ecosistemas sufrirán pérdidas que conllevarán cambios en la producción de alimentos y sus consecuencias no sólo en el acceso a los recursos alimentarios, sino también a su estabilidad y utilización. Tierra, agua, mar y aire se verán afectados por el cambio climático, es decir, nos afecta a todos con especial incidencia para los pequeños agricultores y pescadores y para las poblaciones vulnerables.
Por lo que respecta a la bioenergía, es decir, a la energía producida con biocombustibles, según la FAO, “el rápido aumento de la demanda de materias básicas para la producción de biocombustibles ha contribuido en gran medida al aumento actual de los precios de los alimentos”. Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria la expansión de los biocombustibles podría provocar nuevas tensiones, aunque también oportunidades, que afectarían a las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: la disponibilidad de alimentos, el acceso a los mismos, la estabilidad del suministro de alimentos, así como su utilización. “Las consecuencias negativas de la producción de biocombustibles podrían constituir una violación del derecho humano a la alimentación”, afirma la FAO.
Vía Boletín Prosalus